miércoles, 9 de noviembre de 2011

El baile


En una corte centroeuropea vivía una vez un príncipe que se iba a casar.

-Tienes que aprender a bailar, porque pronto será tu boda y el baile real no puede celebrarse sin que lo inicies tu –le dijeron un día.

- Vale.

Pero no hubo forma. Aquel príncipe no tenía el menor sentido del ritmo y no conseguían enseñarlo a bailar. Pasaban las semanas, se acercaba la fecha de su boda y en la Corte cundía la desesperación.

-¿Qué hacemos? Es un patoso. Nunca aprenderá a bailar.

-Si me dejáis, yo lo enseñaré –dijo de pronto una de las doncellas de su madre, la reina.

-¿Y cómo lo harás? –le preguntaron.

-Dejadme y veréis.

La dejaron y la doncella fue al encuentro del príncipe.

-¿Sabes jugar al escondite? –le preguntó.

-Cómo no.

-Pues búscame aquí -dijo yéndose a la derecha.

Y cuando él se inclinaba, se fue a la izquierda:

-No, búscame aquí.

Y cuando él iba hacerlo, saltó hacia atrás.

-¿No me encuentras?

Saltó hacia delante y el príncipe, adivinándolo, la siguió. Saltó hacia la derecha y el príncipe la siguió. A la izquierda y lo mismo. Así, una y mil veces. Hasta que la doncella paró y le dijo:

-Muchas gracias, Alteza, por concederme este baile

-¿Baile? ¿Acaso no estábamos jugando?

-El baile, Alteza, no es más que un juego para dos. Y vos desde luego que sabéis jugar.

Y así fue como el príncipe patoso de aquel reino centroeuropeo se acabó convirtiendo en un príncipe bailarín.

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